Escrito
Tzvetan Todorov
(1939 -2017)
El búlgaro-francés Tzvetan
Todorov, pensador, teórico de la literatura e historiador de las ideas, murió
ayer a la edad de 77 años.
Acababa de concluir su libro
El triunfo del artista, que será
publicado en marzo, informa su hija. Desde hace años tengo la sensación de que
el encuentro de personas de culturas diferentes es un fenómeno crucial del
mundo de hoy, postulaba el filósofo búlgaro-francés
Durante su discurso de
recepción del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008, el
intelectual expresó: El extranjero no sólo es el otro; nosotros mismos lo
fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino incierto: cada uno
de nosotros es un extranjero en potencia.
Agregó entonces: “Por cómo
percibimos y acogemos a los otros, a los diferentes, se puede medir nuestro
grado de barbarie o de civilización. Los bárbaros son los que consideran que
los otros, porque no se parecen a ellos, pertenecen a una humanidad inferior y
merecen ser tratados con desprecio o condescendencia.
“Ser civilizado no significa
haber cursado estudios superiores o haber leído muchos libros, o poseer una
gran sabiduría (…), significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de
los otros, aunque tengan rostros y hábitos distintos a los nuestros”.
Todorov fue un
intelectual comprometido e interesado en una amplia variedad de campos de
estudio, como historia del arte, donde destacan sus ensayos sobre las vanguardias
del siglo XX, hasta su faceta más prolífica en los años 90 del siglo pasado:
historiador.
El humanista nació en Sofía,
en 1939, donde estudió filología eslava con maestros como Roman Jacobson, para
después emigrar en 1963 a París; allí obtuvo la nacionalidad francesa. Continuó
su formación de investigador con Roland Barthes y Gérard Genette.
Todorov, considerado uno de los pensadores más
relevantes del estructuralismo, es autor de medio centenar de obras, entre las
que se encuentran El espíritu de la Ilustración, Elogio del individuo: ensayo
sobre la pintura flamenca del Renacimiento y El miedo a los bárbaros, que han
sido traducidas a más de 25 idiomas.
Recibió el Príncipe de
Asturias en 2008 por representar el compromiso con los ideales de libertad,
igualdad, integración y justicia; además, por sus preocupaciones intelectuales,
su sabiduría y erudición, que superan fronteras y buscan puntos de encuentro, y
le han permitido abarcar grandes temas de nuestro tiempo.
El jurado del galardón
destacó su conocimiento en el desarrollo de las democracias, el entendimiento
de las culturas, el desarraigo, el reconocimiento del otro y el impacto de la
violencia en la memoria colectiva (La Jornada, 18/6/08).
Todorov charló en Madrid,
antes de recibir el premio, sobre su obra El miedo a los bárbaros. Ahí dijo:
Desde hace años tengo la sensación de que el encuentro de personas de culturas
diferentes es un fenómeno crucial del mundo de hoy, así como nuestra manera de
entender el otro es un reto que puede marcar el futuro de la convivencia entre
los pueblos y los individuos de una misma ciudad y del mundo (La Jornada,
21/10/08).
Y agregó: Desde el 11 de
septiembre se ha extendido en el mundo occidental una obsesión del peligro,
sobre todo del supuesto riesgo que representa el otro, el diferente, el de otra
cultura. Y creo que un miedo constante al peligro acaba produciendo mayores
destrozos que los que se pretende evitar, pues el miedo a los bárbaros nos
puede convertir en los peores bárbaros.
Sin embargo, para él la
barbarie no se da por ausencia de educación: puedes ser una persona cultivada,
que vaya al cine, que le guste la música y que te apasione el teatro, y aun así
comportarte como un bárbaro en algún momento, pues la barbarie es la manera de
tratar al prójimo, de hacerlo sentir diferente e inferior a nosotros. Y el
miedo a los bárbaros, que nos convierte en bárbaros, se da en muchos sitios del
mundo.
Todorov explicó: Mi aversión
por las palabras que no apoyan los actos me hizo reaccionar así. Me di cuenta
de que quería simultáneamente, y hasta donde fuera posible, nutrir mi
pensamiento con mi experiencia, y estar dispuesto a vivir según las
conclusiones a las que me podía conducir el razonamiento (Nosotros y los otros,
1989).
Para ello, abordo mi tema a
la luz de la experiencia que me es propia, la de un historiador e intérprete de
la reflexión sobre el cruce de las culturas, pero también la de un sujeto
particular que, como cualquier otro, ha vivido y sigue viviendo la pluralidad
cultural en su existencia personal (Revista Criterios, enero-diciembre 1990).
Todorov fue un políglota: hablaba francés, alemán,
inglés y ruso. Y fue poseedor de un pensamiento humanista que se expresa en los
valores cotidianos. “La ternura que vierte al referirse a su madre lo dice
todo: ‘Sus gestos de cuidado y bondad valían mucho más que los proyectos
revolucionarios’. Por eso, no es de extrañar que al toparse con los pintores
holandeses del siglo XVII enaltezca un arte pictórico que sale de las iglesias
y entra en las casas particulares, deja a un lado la seda de los monarcas y fija
su atención en la gente común” (La Jornada Semanal, 22/3/15).
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